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Desde afuera y desde cero

03 de marzo de 2019
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por la Lcda. Evelyn Aimée De Jesús Rodríguez (LinkedIn)

Ha pasado casi un año y medio cuando tuve que escoger la mejor de mi ropa, tanto de "corte" como casual, y meterla en 3 maletas. Limpiaba mi apartamento inundado en el pueblo de Caguas, pero al vivir en lo que era una fábrica de cigarros hace más de 100 años ahora transformada en un edificio de apartamentos, ni mis expedientes de una práctica legal de 15 años, ni mis equipos de oficina, ni mis materiales sufrieron daño mayor durante el huracán María. El diseño arquitectural de antes donde se contemplaba el solsticio y la dirección del viento cuando llueve ya no es como en estos días.

En varios días durante octubre de 2017 regalé impresoras, equipos de oficina, muebles de mi apartamento, artefactos de cocina, estufa y nevera nueva ya que había alguien que lo iba a necesitar. No lo vendí -lo regalé- porque sabía que alguien lo necesitaría, más aún una estufa de gas en esos días. Tiré en los envases del Salvation Army de Caguas ropa de Brooks Brothers, ropa de gala, ropa casual, zapatos de marca, trajes de diseñador y diseñados exclusivamente para mí y a la medida. Esos que yo usaba para postular en el Tribunal. Algunos los regalé también.

Con 2 gatos y mi papá me vine para Tampa, Florida. No tenía carro, estuve «corriendo en guagua» por un año. Comencé a buscar trabajo legal «en lo que fuera» para insertame en la industria luego de postular en el Tribunal Federal, en Boston, «la local», tener opiniones publicadas, ver casos «high profile», intervenciones en los medios de comunicación y el orgullo de decir que una cartera de clientes fiel y de personas maravillosas. Por seis meses viví en el cuarto de mi sobrino, ahora de 7 años, con mi papá, hasta que logré ubicarme en un apartamento siendo ahora una «refugiada» para el gobierno. Aún lo soy. Acá no me dicen «licenciada», «counsel», ni «usted». Aquí soy «Aimée» o «Evelyn», that’s it.

Gracias a la comunidad judía, agencias gubernamentales, instituciones sin fines de lucro y organizaciones profesionales como el Puerto Rican Bar Association of Florida todo fue mejor. Gracias al Eterno, quien ha sido el que me abre las puertas y suple, intenté buscar fondos para poder tomar mi examen de reválida, pagar los costos de la reválida (para abogados como yo es $3,000 aproximadamente), más sufragar los costos de un curso de reválida que oscila en los $2,500 conservadoramente.

Ha pasado año y medio y estoy de pie. He ganado nuevos amigos y amigas: abogados y abogadas puertorriqueñas(os) competentes y esforzados de distintos foros de Puerto Rico con una calidad de ser humano que enriquece y de la que vale la pena rodearse. Venimos de distintos caminos de vida y con diferentes razones para «emigrar». Si no es por esta situación de comenzar de cero no termino liderando un esfuerzo para obtener fondos para los abogados puertorriqueñas(os) desplazados y de los cuales a menos 10, a través de todo el Estado de la Florida, se han beneficiado. Conservadoramente estimo que solamente en la Florida hay más de 35 abogados(as) que se han mudado a la Florida por el huracán María. Es el Tribunal Supremo el cual prefiero confirme mis cifras.

Algunos tomarán su examen de reválida para postular en la Florida esta última semana de febrero. El resto estamos preparándonos para tomarlo en julio. Jamás pensé que mi investigación, empeño sobre indagar la disponibilidad de fondos sobre situaciones ocupacionales en los estados cuando surgen desastres naturales fuera un precedente en este Estado y por lo que hemos abierto brecha para que otros compañeros y compañeras profesionales de la abogacía en Puerto Rico tengan de su sustento en el futuro. Estamos a flote. El barco no se hundió y no nos hemos encallado. Ninguno de nosotros claudica. Llevamos un espíritu de lucha y unidad porque tenemos sed y ganas de lograrlo. Nos apoyamos unos a los otros para perseverar en esa visión. Extraño la playa y a mis amigas y amigos abogados, particularmente los del foro de Caguas.

Sobre los gatos... Cheetoh, el «colorao», se salió de su bulto y se me escapó en una gasolinera luego de que mi hermano me buscara al aeropuerto de Miami. Me mordió cuando lo agarré y nunca lo pude rescatar. Él siempre fue medio feral. En Caguas tenía un tercer gato, un barsino gris, Gastón (mi querendón), pero se me murió durante el huracán Irma ya que se había enfermado antes. Sobre Susie, ella está conmigo. Me ayudó con sus ronroneos a escribirles esta columna.

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