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Detrás de la toga: Entrevista al Hon. Alfonso S. Martínez Piovanetti

09 de abril de 2024
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Por Perla del Mar Rodríguez Fernández

Alfonso Martínez Piovanetti, antes que abogado, profesor o juez, es músico. No es un profesional de la música, porque el derecho lo llevó por otro camino, pero sabe que la formación humanística es lo que le hace levantarse todos los días para impartir justicia.

Seguramente, lo han visto en una vista televisada sobre recursos extraordinarios. Pero no saben que es el mayor de tres hermanos y que, desde los 8 años, salía de la escuela directamente al Conservatorio de Música para tocar violonchelo.

Tocó violonchelo en el Carnegie Hall. Colaboró con Fiel a la Vega y con Ricardo Montaner. Nunca pensó que entraría a la Escuela de Derecho. Su sueño por muchos años fue ser músico profesional. De hecho, fue admitido a una de las mejores universidades de música, la Universidad de Yale en Connecticut.

Lo que no sabía es que allí se toparía con el constitucionalista Akhil Reed Amar, también anfitrión del podcast Amarica’s Constitution.

En la Universidad de Yale, específicamente en el aula de Amar, exploró su interés por el derecho público. Formalizó ese interés posteriormente en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico.

«Vuelvo al asunto de la música, porque siempre tuve como norte integrar mi interés jurídico con el interés en las humanidades. Creo que eso logra un balance en la formación de todo abogado o abogada, porque en nuestra profesión es muy fácil recaer en una mecánica, recaer en un automatismo. El norte de nuestra profesión –no digo como juez, sino como abogado– es la justicia. Para entender la justicia, no se puede atender o no se pueden examinar los asuntos, los casos y controversias de una forma meramente mecánica», explicó a Microjuris el también profesor.

«También hay que verlo [el derecho] integrado en la sociedad que vivimos. Tenemos que ser sensibles cuando estamos atendiendo un asunto, sin perder el rigor que se requiere», continuó.

Tras 10 años como juez, el caso que le sigue impresionando a Martínez Piovanetti es Marbury v. Madison. Ese primer caso que nos enseñan en las escuelas de derecho para presentarnos al Great Chief Justice, John Marshall, y donde se establece el principio de revisión judicial.

«La genialidad de John Marshall, lo que él logró, la batalla que sacrificó para lograr ganar y convencer en cuanto a cuál era el rol del Poder Judicial en nuestro sistema de derecho a mí me parece que es algo magnífico y que todavía perdura hoy día, con sus luces y sus sombras que tiene John Marshall y que uno puede decir de ese caso. Pero es un caso que a mí me impactó desde un inicio», detalló Martínez Piovanetti.

El juez Martínez Piovanetti también destacó el rol que jugaron casos de la Corte de Earl Warren, como Brown v. Board of Education, Loving v. Virginia, Griswold v. Connecticut. A palabras del juez, la Corte Warren utilizó su función judicial para detener la segregación racial, sin asumir un papel legislativo, al interpretar tanto el texto como el espíritu de la Constitución estadounidense.

En términos del derecho puertorriqueño, algunas decisiones que lo vuelven a impresionar en cada lectura son ELA v. Aguayo, Figueroa Ferrer v. ELA y Rivera Schatz v. Pierluisi.

Muchas personas recuerdan Rivera Schatz v. Pierluisi como «el caso del verano del 19». Sin embargo, para el juez Martínez Piovanetti, es la decisión que ejemplifica cómo el Tribunal Supremo de Puerto Rico se puso de acuerdo para ejercer un rol sustancial y demarcar cuál iba a ser el rumbo del archipiélago en un momento crítico, a la vez que atendía una laguna en el ordenamiento.

Seis horas de humanidad

Mucho antes de que las Decisiones de Puerto Rico o los «DPR» llegaran a su vida, Martínez Piovanetti dedicaba al menos seis horas de sus días a practicar el violonchelo. Las artes no eran un pasatiempo, sino una meta.

Para ahondar en la convergencia entre el derecho y las humanidades, Martínez Piovanetti destacó la figura de Pablo Casals.

Casals, clave en el desarrollo de las instituciones culturales del archipiélago, demostró que la música, las artes y las humanidades podían servir para unir a los pueblos, disipar los conflictos y atender las controversias, como también lo hace el derecho.

El juez sostuvo que esta diversidad de experiencias y conocimientos permite que –como humanistas y pensadores– tengamos más herramientas para atender las controversias.

Ahora bien, ¿cómo decidió que quería ser juez?

Luego que terminó la Escuela de Derecho, Martínez Piovanetti pasó a ser oficial jurídico del Tribunal Supremo de Puerto Rico en la oficina del juez presidente, Federico Hernández Denton.

Martínez Piovanetti fue oficial jurídico en un Tribunal Supremo que llegó a estar compuesto por cuatro personas. Posteriormente, lo admitieron en la Universidad de Columbia para cursar su maestría en derecho y donde tuvo la oportunidad de volver a coincidir con Akhil Amar, que casualmente también estaba dando clases como visitante.

A su regreso a Puerto Rico, se mantuvo colaborando con el Tribunal Supremo de Puerto Rico, mientras practicó la profesión por unos años. Poco después, durante su último año y medio en la presidencia, el juez presidente lo designó como su Ayudante Especial, de forma similar a los hoy también adjudicadores Ángel Colón Pérez, juez asociado del Tribunal Supremo, y Sigfrido Steidel Figueroa, director administrativo de la Oficina de Administración de los Tribunales (OAT).

Posteriormente, el gobernador Alejandro García Padilla nombró a Martínez Piovanetti como juez municipal en un momento en que los turnos eran presenciales hasta la 1 de la mañana.

Consulta las ediciones anteriores de nuestra serie «Detrás de la toga»

Con esa experiencia, Martínez Piovanetti se convenció que el Poder Judicial era el lugar donde más podía aportar.

La responsabilidad de ser ágil y eficiente en el proceso de impartir justicia siempre lo guió.

Además de su vena humanista, Martínez Piovanetti también sobresalió como administrador. Cuando la jueza presidenta del Tribunal Supremo, Maite D. Oronoz Rodríguez, le encomendó que fuera director administrativo auxiliar de los tribunales, una de las prioridades en su agenda fue darles continuidad a los proyectos de tecnología que de algún modo ya había comenzado a trabajar desde su estancia en el Tribunal Supremo de Puerto Rico. Trabajó de forma enérgica para lograr los avances de lo que hoy es el Sistema Unificado de Manejo y Administración de Casos (SUMAC) y procurar su expansión a todas las regiones judiciales.

El profesor también recordó que la videoconferencia no llegó al Poder Judicial con el COVID-19. El proyecto para avanzar las videoconferencias comenzó en la sala municipal de Vieques para el 2017. El propósito era atender asuntos municipales específicos, sin obligar a las personas viequenses a trasladarse hasta el Tribunal de Fajardo.

Entre la Academia y la adjudicación

El rol adjudicativo – más enfocado en disponer de puntuaciones de exámenes y ensayos – de Martínez Piovanetti se extendió hace algunos años al aula, como profesor adjunto de cursos nocturnos tanto en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico como en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Allí ha impartido los cursos de investigación jurídica, derecho municipal y derecho constitucional.

Martínez Piovanetti no instruye a sus estudiantes sobre el derecho constitucional desde la teoría, sino desde la práctica del día a día.

Desde hace poco más de tres años el juez Martínez Piovanetti es parte de la Sala de Recursos Extraordinarios en San Juan.

Se trata de una sala que solo está San Juan y es más antigua que la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Aunque la base jurídica de la sala partía de un rol proactivo de la Legislatura, la Constitución tuvo la gran aportación de reconocer la independencia judicial, recordó Martínez Piovanetti.

«La sala está ubicada en San Juan por una razón muy obvia: que es que las operaciones gubernamentales mayormente se dan en ciudad capital. La mayoría de las agencias administrativas están en San Juan, comenzando con el secretario de Justicia. Así que cuando por cuestiones de competencia le corresponde atender un asunto a la Sala de San Juan, es importante que haya una sala que pueda atender aquellos asuntos urgentes que tienen algún tipo de controversia relacionada al interés público, al derecho constitucional, al derecho público, que por la naturaleza de los remedios que se están solicitando, se tienen que atender fuera del trámite ordinario», describió Martínez Piovanetti.

En la Sala de Recursos Extraordinarios se abordan controversias que pueden ir desde la separación de poderes hasta el acceso a la información, que fue reconocido como derecho hace aproximadamente 40 años. También se adjudican controversias sobre derechos civiles, como el derecho a la intimidad y dignidad de una madre que necesitó urgentemente que se le garantizara el derecho a disfrutar una licencia para estar junto a su hijo recién nacido.

«Esto no es un área del derecho que se puede resolver mecánicamente, ni con matemáticas. Aquí el adjudicador tiene que tener una balanza. Sopesar esos distintos intereses que están involucrados, que están en juego. Muchas veces ambas partes tienen buenos argumentos, pero el tribunal tiene que adjudicar esa controversia con la premura que amerita de modo que se haya impartido justicia», destacó.

Después de todo, el servicio público judicial no es un trabajo regular de 8 horas.

¿Reflexiones?

Al igual que anima a sus estudiantes, Martínez Piovanetti instó a los futuros abogados y abogadas a acumular experiencias diversas y a no concebir el derecho meramente como una tarea mecánica de encontrar lo que establece la ley y aplicarlo a una situación concreta.

Por el contrario, el juez destacó la virtud de aprender a escuchar, aun en el desacuerdo. Es decir, a seguir el camino humanista.

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