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Por Perla del Mar Rodríguez Fernández
— ¿Quién es Efrén Rivera Ramos?
— Bueno, soy yo...
Entre risas, el catedrático de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Efrén Rivera Ramos, compartió la fascinante travesía de un joven que metamorfoseó de seminarista a periodista, transitando la abogacía para finalmente lograr la profunda admiración de sus estudiantes como docente.
Este año Rivera Ramos fue nombrado Humanista del Año, una distinción conferida por la ilustre Fundación Puertorriqueña de las Humanidades (FPH), y se sentó con Microjuris para contarnos su historia.
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Efrén Rivera Ramos no siempre quiso ser abogado. Cuando era un adolescente, lo primero que decidió fue irse a un seminario católico. Pensó que sería sacerdote. Estuvo cuatro años en un seminario. Luego, se dio cuenta que eso no era lo que quería hacer y se fue a estudiar Ciencias Políticas al Recinto Universitario de Mayagüez (RUM). Todavía no pensaba que quería ser abogado. Eso fue algo que se fue desarrollando poco a poco.
Antes de terminar sus estudios de bachillerato, comenzó a trabajar en el periodismo. Se fue interesando por los temas jurídicos y quería seguir haciendo estudios graduados. "Para ser franco, la posibilidad más cercana que tenía y cónsona con mis intereses era estudiar derecho", explicó.
"Empecé a estudiar derecho, pero siempre con interés en otros campos del saber, como las humanidades, las ciencias sociales. Fue un desarrollo paulatino mi interés en el derecho. No es que yo cuando era pequeño decía que quería ser abogado", puntualizó.
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Rivera Ramos se describe como una persona que ha tenido muchas oportunidades para desarrollarse gracias al apoyo de mucha gente. Fueron oportunidades que le han permitieron entender mejor el mundo en que vivimos, el tipo de sociedad en la que vivimos.
"He tenido varios intereses. Yo comencé mi vida profesional en el periodismo (en El Imparcial). Fue hace mucho tiempo. Luego, en la revista Avance. [...] Cuando estudiaba el bachillerato en Mayagüez, dirigí el periódico Campus, que era el periódico de los estudiantes", explicó el profesor.
Luego, decidió estudiar derecho y poco a poco, fue descubriendo aquellos aspectos del derecho que le interesaban.
"Siempre lo que he tratado de hacer es dedicarme a las cosas que tienen sentido, que tienen sentido para mí y para el país", añadió.
Luego de practicar derecho un tiempo, fundamentalmente en organizaciones de servicios legales a personas de menos recursos, decidió entrar a la Academia, que también le había llamado la atención desde hacía mucho tiempo. "Y he pasado los últimos 41 años en la Academia como profesor y como investigador".
Pero el profesor no se define en términos de las ocupaciones a las que se dedica, sino primero como una "persona que hace cosas", una persona que se interesa por cosas y trabaja en ellas.
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—¿Qué ha pasado con el poeta?
— Eso quisiera saber yo...
A Rivera Ramos le interesó la poesía desde siempre. Desde niño, le interesaba leer y empezó a escribir sus primeros versos en séptimo u octavo grado.
No escribía para publicar, sino para él. Mientras era periodista y luego como estudiante de derecho, seguía escribiendo poesía. Luego, se hizo abogado y empezó a trabajar en la Escuela de Derecho como profesor en la Clínica de Asistencia Legal de la UPR.
Entonces, tuvo una situación de salud muy seria y se planteó qué le hubiese gustado dejar si su vida hubiese llegado hasta allí, y la respuesta inmediata fue un libro de poemas. Y decidió recoger parte de lo que había escrito y publicarlo a través de la Editorial de la UPR.
Mientras el libro estaba en proceso de publicarse, dos queridos amigos leyeron sus poemas y le plantearon que hiciera un recital. Y llegaron a presentar ese recital que se llamó "Pequeño canto a los míos", como el título del libro. Hicieron más de 40 presentaciones.
Rivera Ramos continuó escribiendo, pero luego se dedicó más intensamente al estudio del derecho. Se fue a hacer el doctorado y ahí la actividad poética fue cediendo, según contó. Tiene material para un segundo o hasta un tercer libro, explicó. Uno de sus proyectos pendientes es, quizás, volver a publicar poesía.
La poesía siempre ha sido su género favorito.
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Al preguntarle cuál de todos sus escritos es el favorito, respondió que el Pequeño canto a los míos y el libro que publicó en el 2001, The Legal Construction of Identity.
Este libro trata sobre cómo el derecho ha contribuido a la reproducción de la relación de subordinación política entre Estados Unidos y Puerto Rico. El libro ha tenido bastante acogida dentro y fuera de Puerto Rico.
"Si alguna contribución he hecho a la literatura, está en ese libro", sostuvo.
Eso no quita las muchas participaciones que el profesor Rivera Ramos ha tenido en libros colectivos, capítulos. "También me siento satisfecho con ellos", destacó.
En términos de ensayos o libros colectivos, el profesor tiene un aprecio especial a un ensayo que trabajó sobre el derecho y el silencio – un tema poco tratado, pero que disfrutó mucho escribir como parte de su instalación como Académico de Número de la Academia Puertorriqueña de Jurisprudencia y Legislación en el 2017. Este escrito se publicó luego en la Revista Academia en Argentina y la Revista Isonomía en México.
El ensayo postula que el fenómeno del silencio tiene relación con el derecho. Rivera Ramos planteó cuatro aspectos de esa relación. Lo primero es que el derecho ha regulado el silencio de diversas maneras: cuándo se tiene derecho a hablar, las implicaciones jurídicas de decir y no decir. El segundo aspecto es el problema de interpretación del silencio: cómo se interpreta la norma cuando el derecho guarda silencio. El tercer aspecto tiene que ver con los efectos sociales del silencio. El profesor lo vinculó a la invisibilización y la marginación. El cuarto aspecto es más sobre el carácter del derecho: cómo opera, no solo diciendo cosas, sino que también no diciendo.
Se trata de un análisis desde la teoría social, en el que invita a más personas a estudiar el silencio desde un punto de vista jurídico y les plantea algunas líneas de investigación.
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— Profesor, ¿qué piensa de este último reconocimiento como Humanista del Año?
— Yo creo que los reconocimientos, los premios, no son algo que uno busca. Uno no trabaja para eso. Pero vienen y uno se alegra. No voy a ser deshonesto. Uno se alegra de que reconozcan su trabajo, pero también los veo como algo que va más allá de la persona.
Por ejemplo, en este caso, a Rivera Ramos le parece que es muy bueno para las disciplinas jurídicas que una institución como la FPH reconozca que el trabajo que se hace desde el derecho forma parte de los saberes y prácticas que llamamos las humanidades.
"Eso es más importantes que me lo den a mí o a cualquier persona. Es lo que puede significar para el derecho como un campo del saber", sostuvo.
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— ¿Cómo describiría la relación entre el derecho y las humanidades?
Rivera Ramos describió las humanidades, de forma sucinta, como un conjunto de saberes y de prácticas que tienen que ver con la creación humana, con lo que los seres humanos hemos creado con nuestra actividad y que va a formar parte de nuestra cultura. "Hablar de humanidades es hablar de cultura, de creación humana en diversos ámbitos en las artes y las ciencias. En términos de las ideas, los conceptos, los entendidos que se hacen circular en la sociedad", explicó el profesor.
Por otra parte, señaló que el derecho tiene que ver, en última instancia, con la generación y aplicación de normas y principios que deben tener como fin aportar a esa creación humana, a la configuración de las sociedades en que vivimos o en las que queremos vivir.
"Las normas y los principios jurídicos son expresiones de lo que debe ser y la expresión de lo que debe ser siempre entraña unas apreciaciones de valor, unos juicios de valor, una apuesta por ciertos valores que queremos que prevalezcan en la sociedad. Por ejemplo, cuando en las constituciones ponemos como principio fundamental el respeto a la dignidad humana o la protección y garantía de la libertad y las libertades, o la protección y la promoción de la igualdad. Cuando ponemos esas cosas en la Constitución o en las leyes que adoptamos, estamos expresando nuestra idea de lo que debe ser. Y eso tiene que ver con los valores y la cultura. De modo que hay una conexión entre el derecho y la cultura. Por lo tanto, [hay una relación] entre el derecho y ese conjunto de saberes que llamamos las humanidades".
Ahí es donde está la conexión más profunda, aseguró Rivera Ramos.
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"Hay que decir que el derecho no es inherentemente bueno, ni inherentemente malo, ni inherentemente beneficioso, ni inherentemente perjudicial. Eso depende de lo que hagamos con el derecho, de qué tipo de derecho generemos, cómo lo apliquemos, para qué lo utilizamos", puntualizó el profesor.
Recordó Rivera Ramos que históricamente se han desarrollado normas jurídicas recogidas en leyes, decretos, reglamentos o constituciones que han tenido efectos perjudiciales para la humanidad.
"Uno las ve y las examina, y ve que históricamente han sido fundamentales en la reproducción de actitudes racistas, sexistas, homofóbicas y que han ayudado a reproducir todos los discrímenes, estereotipos, fobias que hoy reconocemos como dañinas o perjudiciales, y el derecho ha contribuido a eso", describió Rivera Ramos.
"El derecho también tiene el potencial de ser utilizado de forma contraria, de ser utilizado precisamente para ayudar a desmantelar –y digo ayudar o colaborar, porque el derecho no lo puede hacer todo. Puede ser simplemente un elemento más en unos procesos más amplios que tengan como propósito eliminar situaciones de discrimen, de subordinación, de opresión. El derecho lo que tiene es un potencial, un potencial de contribuir a desarrollar una sociedad mejor, una sociedad más justa", reflexionó.
Según Rivera Ramos, cuando estudiamos derecho, debemos hacerlo con conciencia de su potencial para ejercer una práctica reflexiva del derecho.
"Siempre nos debemos preguntar qué estamos haciendo como juristas, qué efectos tienen las soluciones que proponemos como juristas, qué efecto tiene eso en la sociedad. Si asumimos nuestro quehacer con esa actitud reflexiva y crítica, se abren posibilidades de contribuir a una sociedad más justa", aseguró.
De acuerdo con Rivera Ramos, la labor de un jurista consciente y crítico, o de la persona que se dedica al cultivo del derecho de una forma reflexiva, es siempre plantearse cómo puede utilizar su conocimiento y sus destrezas jurídicas para hacer una sociedad mejor.
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—¿Qué le recomendaría a las personas que ejercen el derecho en el día a día? ¿A las que gestan la política pública o a las que interpretan el derecho en los tribunales?
— Lo primero es esto que digo de tener siempre una actitud reflexiva y crítica. Lo otro es ser conscientes de que lo que diga o deje de decir el derecho tiene efectos. Esos efectos son sobre personas, sobre comunidades, sobre grupos. Es decir, las normas jurídicas no son inocentes en ese sentido. No se puede ver el derecho como un asunto puramente técnico.
La recomendación es preguntarse "¿cómo esto que yo estoy decidiendo aquí como legislador, como juez o jueza, afecta a las personas a quienes aplicarán estas normas?".
"El jurista o la jurista no puede lavarse las manos", planteó el docente de la Escuela de Derecho de la UPR.
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—¿Qué se debe leer para ser mejor jurista?
—No deben ser textos legales exclusivamente. Una persona que se dedica al derecho tiene que entender el contexto en el que aplica el derecho, debe tener en cuenta los efectos del derecho en la vida, la sociedad y la cultura. Y, por lo tanto, debe formarse lo más posible para entender mejor la sociedad y la cultura dentro de las cuales opera.
"Deben leer buena literatura. Deben leer historia. Deben leer textos de ciencias sociales. Deben leer poesía para cultivar el aprecio por la belleza y la sensibilidad. Yo soy partidario de una formación amplia de los estudiantes y las estudiantes de derecho, y los abogados y abogadas después que se gradúan, y los jueces y juezas", sostuvo el mayagüezano.
De acuerdo con el profesor, los jueces y las juezas que toman decisiones sobre las personas deben tener un entendimiento de la condición humana y las humanidades son y han sido precisamente eso: un vehículo para educar nuestra sensibilidad y adquirir una mejor comprensión de la condición humana.
"Alguien dijo en algún momento que el médico que solo sabe de medicina, ni medicina sabe. Eso yo creo que se le podría aplicar a los juristas. El abogado o abogada, jurista, juez o jueza, que solo sabe de derecho, ni derecho sabe".
Sin embargo, Rivera Ramos alertó que el conocimiento o la comprensión del mundo no se da solo en función de lo que uno lee, sino también en función de lo que uno experimenta.
"A veces una experiencia concreta de vida le añade a uno mucha más comprensión del mundo que cientos de páginas que uno lea", aseguró.
"No estoy restándole para nada la importancia que tiene la lectura. Pero también haber estado expuesto a diversos tipos de experiencia, y haber vivido distintas experiencias también forman el carácter, la visión del mundo que uno tiene, la sensibilidad que uno pueda tener ante ciertos asuntos o problemas", señaló.
Rivera Ramos recomendó que las personas que estudian derecho, si no lo han hecho antes de llegar a la Escuela de Derecho, empiecen a exponerse a esas experiencias diversas o a programas clínicos o probono que les ponen en contacto con problemas reales. Esas experiencias pueden ser fundamentales y críticas para el desarrollo de una capacidad para enfrentar problemas jurídicos y ayudar a resolverlos, aseguró el docente.
"Intenten de diversas formas exponerse y aprender de las experiencias en otros lugares del mundo. Esto en términos académicos, se traduce en participar en programas de intercambio, tomar cursos con profesores visitantes con otras visiones, adquirir conciencia de que somos parte de un mundo más amplio, de que el mundo no empieza y termina en Puerto Rico, sino que Puerto Rico está inserto en un contexto mucho más abarcador".
Ahí también hay una conexión con las humanidades.
"La agenda es amplia y, porque es tan amplia, es que puede ser muy interesante y, además, puede ser para toda la vida".
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Quizás habrá leído en otra reseña que la madre de Rivera Ramos fue costurera, su papá tuvo diversas ocupaciones desde cortador de caña, policía y camionero. El profesor viene de una familia de clase trabajadora. Por lo tanto, vivió en comunidades donde vivía gente de clase trabajadora y para él, eso fue fundamental.
El profesor sostuvo que estas circunstancias lo ayudaron a formar su carácter y a entender muchas cosas que entiende solamente porque las vivió.
No tuvo que leer sobre la pobreza para entender qué era la pobreza. No tuvo que ir a universidad para entender cuáles eran las limitaciones que tienen las personas de menos recursos en nuestra sociedad. Lo que leyó después lo ayudó a comprender mejor, lo básico lo vivió.
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Las experiencias que tuvo Rivera Ramos representando comunidades de escasos recursos económicos en Servicios Legales de Puerto Rico (SLPR) fue fundamental para su formación, según contó.
Aunque luego decidió que se dedicaría a la Academia, la experiencia en SLPR lo ayudó a poder entender bien cuáles eran los temas que tenía que abordar en los cursos, cómo era que los tenía que diseñar y qué cosas no podía dejar afuera.
Rivera Ramos nos contó sobre la experiencia de representar a cientos de personas haitianas refugiadas que fueron detenidas por el Servicio de Inmigración de Estados Unidos en el Fuerte Allen.
Se trató de un contacto directo con cientos de personas, cientos de inmigrantes, hombres, mujeres, niños, jóvenes que estaban pasando por esa situación que le hizo comprender muchas cosas más allá del derecho, más allá de los aspectos técnicos del derecho de inmigración.
Además de entender, estaba en contacto con un tipo de sufrimiento humano que a veces nos es difícil imaginar, porque eso era y de eso se trataba.
"El contacto con hermanos y hermanas del Caribe me hizo adquirir una mayor conciencia de la ubicación de Puerto Rico en el Caribe, lo que significa. Eso lo pude haber leído en algún libro o texto, pero no era lo mismo que sentirlo y vivirlo en el contacto directo humano, cotidiano, personal".
"Esa experiencia ha sido muy formativa. No se me olvida. No se me puede olvidar".
El profesor también destaca la experiencia que tuvo cuando estudiaba en Estados Unidos y decidió que, además de estudiar, debía involucrarse en algunos problemas de las comunidades circundantes a la universidad.
"A veces uno va de Puerto Rico a hacer estudios graduados a universidades prestigiosas en Estados Unidos y se queda metido en la universidad, y no se da cuenta que esa universidad está enclavada muchas veces en comunidades que tienen problemas serios. Eso me pasó cuando fui a hacer mi maestría en derecho. Junto con un grupo de otros estudiantes, me di a la tarea de ayudar organizar una de esas comunidades. Fue una oportunidad de aprender otras cosas. Ver otra dimensión de lo que estábamos estudiando, la dimensión concreta manifestada en vidas reales".
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— Si pudiese cambiar alguna parte del camino, ¿cuál sería, si algo?
— Quizás le hubiera puesto más atención a la poesía. Quizás, eso es lo que más echo de menos. Pero bueno, uno es lo que es.
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— ¿Cuál es la clase que más disfruta enseñar?
En términos de contenido, a Rivera Ramos le gusta mucho el curso de Teoría del Derecho, pero también el curso de Derecho y Cultura porque explora los temas de forma interdisciplinaria junto a estudiantes graduados de la Facultad de Humanidades y la Escuela de Derecho de la UPR.
Rivera Ramos también disfruta ofrecer el curso de Derecho Constitucional e, incluso, disfrutó dar el curso de Evidencia.
"¿Por qué me gusta el curso de evidencia? Tiene que ver con temas fundamentales, que es el tema de la verdad, de cómo se prueban las cosas que uno alega, que han sucedido. Ese proceso judicial tiene muchísimos elementos que tienen que ver con la condición humana", sostuvo.
Cuando enseñó el curso de la Clínica de Asistencia Legal, disfrutó estimular a sus estudiantes a ejercer una práctica reflexiva del derecho.
"En el fondo, me gusta enseñar. Me gusta la docencia. Casi casi, el curso no importa. Me gusta la docencia por lo que implica la docencia en términos del proceso; el proceso de aprender conjuntamente con los estudiantes y estar en contacto con los estudiantes. Y como me gusta eso, me gustaría casi cualquier curso".
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—¿Cómo vislumbra el futuro de la enseñanza de las humanidades y el derecho?
—El mundo universitario en todos los lugares está atravesando por un periodo muy difícil. Daría para una conversación muy larga.
"Si hablamos en concreto de la UPR, hay varios retos importantes. El primer reto es el reto fiscal. Es una ofensiva agresiva contra la UPR dirigida a reducirle sus recursos. Es una política pública equivocada que ya le está haciendo daño al país".
Están también los cambios generacionales, comentó el profesor. Está el debate sobre si las nuevas generaciones aprenden de forma distinta a las generaciones anteriores. "Mi experiencia es que las nuevas generaciones tienen ganas de aprender, como las pasadas. Si aprenden de la misma forma o no, esa es otra cosa".
El profesor mencionó el reto de las tecnologías. "Ya eso está teniendo incidencia en la forma en que se organizan las clases, los currículos, las formas de enseñar, las formas de aprender de los estudiantes. Me parece que aún hay campo por recorrer en términos de dar con las mejores respuestas a lo que es un fenómeno innegable que es la inclusión de las nuevas tecnologías en el mundo de los saberes, en el mundo del conocimiento".
"A mí no me gusta ese tipo de análisis que consiste en mirar al pasado y decir que el pasado era mejor y que antes lo hacíamos mejor. Uno tiene que enfrentarse a las realidades y retos del presente y ver cómo los maneja".
Lo cierto, según Rivera Ramos, es que hay una cierta tendencia a la mercantilización de la educación superior, que impone criterios sobre lo que es o no valioso y meritorio.
"Eso conduce a los administradores a tomar decisiones acerca de qué programas mantener, qué programas cerrar, qué cursos ofrecer, qué cursos no ofrecer, qué tipo de personal docente reclutar. Eso nos está afectando".
"No se trata de que continuemos tomando decisiones a base de criterios académicos de la Edad Media, por supuesto, pero sí me parece que hay criterios académicos saludables, principios académicos saludables que se deben cultivar, que se deben promover y no se deben sacrificar por criterios estrictamente mercantiles".
De acuerdo con Rivera Ramos, se ve con más fuerza la idea de que el estudiante es un cliente, y el profesor o la profesora es un proveedor de los servicios.
"Esa es una crisis, una crisis profunda, que debemos poder atender con mucha inteligencia y mucha sensibilidad, y mucha visión de futuro. No creo que estemos siendo lo suficientemente eficaces en la atención de esa crisis como se requeriría", añadió.
¿Y qué tiene que ver con las humanidades?, cuestionó el profesor. "En esa dinámica, ese conjunto de saberes y prácticas que asociamos con las humanidades tienden a sufrir cuando se introducen estos análisis puramente mercantilistas y se piensa que lo primero que hay que eliminar son los cursos de filosofía, los de arte".
Eso está ocurriendo ya, pero no solo en la universidad. "Está ocurriendo a nivel de las escuelas elementales y superior, sobre todo en la escuela elemental y superior pública [...] Eso ocurre a la vez que en el mundo del trabajo hay una tendencia a reclutar humanistas para que les ayuden a hacer análisis de negocio. Eso es muy interesante".
Para Rivera Ramos, esta situación hay que analizarla sobre todo en un espacio como Puerto Rico, en que la universidad ha sido tan importante. No solo para generar conocimiento, sino para formar nuevas generaciones. Eso lo que quiere decir es formar a las personas que se van a encargar del destino del país. Y las humanidades son imprescindibles para eso.
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— ¿Algo que quisiera destacar?
— Quisiera subrayar la oportunidad que he tenido a lo largo de mi carrera de trabajar con comunidades diversas. Ese trabajo comunitario ha sido muy importante para entender mejor el país y entender mejor los problemas, y para identificar posibilidades.
"Nuestras comunidades, diversas y definidas de diversas formas, tienen mucho potencial. Ahí hay muchas ideas. Ahí en esas comunidades hay personas muy valiosas, se dan procesos muy valiosos de reflexión, de análisis, de lucha y para mí eso ha sido muy importante".
Rivera Ramos subrayó que uno no se forma solo en las universidades, o en las escuelas. Uno o una se forma también en el seno de las comunidades en que uno vive y con las que uno trabaja.
"Si alguien piensa que algún valor puede tener lo que yo he hecho en esta vida, en buena medida se ha debido al contacto que he tenido con comunidades en lucha", culminó.