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El tiempo de los Zeta

04 de diciembre de 2025
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Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del(a) autor(a) y no reflejan las opiniones y creencias de Microjuris o sus afiliados.

Por el Lcdo. Jaime Sanabria

Aunque no existe consenso en cuanto a cuál es el ciclo generacional, aunque los intervalos de tiempo varíen según quien los acote, sí podemos establecer una sucesión nominal consensuada de generaciones que van desde los boomers, los nacidos a mediados del siglo XX, pasando por la generación X, continuando con los millenials o generación Y, que a su vez ha sido relevada por la Z, sobre la cual hablo en este texto. Después ha llegado la Alfa, constreñidas las fechas de nacimiento de los suyos entre el 2012 y el actual 2025, a la que quizá le resten un par de años de continuidad, pero ya es inminente la Beta.

Las particularidades de cada bloque cronológico vienen condicionadas, esencialmente, por el grado de desarrollo de la tecnología durante la época del nacimiento de sus miembros, presentando unas habilidades conjuntas en proporción al estado evolutivo tecnológico de la humanidad. La pirámide poblacional de Puerto Rico no es ajena a este encasillamiento.

A su vez, la homogeneización de las características individuales bajo un estándar parecido enfrenta, a la hora de buscar acomodo laboral una vez llegados los individuos que conforman cada generación a la edad de trabajar, una serie de aptitudes conjuntas que deben encajarse en un mercado de trabajo que, a su vez, también debe acomodarse a las características de quienes lo van a nutrir.

Son los tiempos actuales los del debut de una buena parte de la generación Z (nacidos –aproximadamente– entre 1997 y 2012) en los ecosistemas laborales, un colectivo nativo digital desde la infancia; hábiles, incluso adictos a las pantallas; familiarizados con los algoritmos; urgidos por la conectividad constante; diestros con el multitasking; inconcebible su día a día sin redes sociales; comprometidos con lo medioambiental; solidarios en lo social; reivindicativos, incluso activistas, con lo que consideran injusticia; emprendedores en un buen número; impacientes por su alineación con la inmediatez y quizá, por eso, menos tolerantes con el fracaso, con el reposo, con el asentamiento de sus propias posiciones en un mundo convulso, a menudo hostil, siempre cambiante. Este anhelo de velocidad en la consecución de metas los hace más propensos a la intolerancia y frustración lo que puede originar, y de hecho lo está haciendo, un mayor número de conflictos de esta generación con la salud mental.

Es la Z una generación a la que la pandemia sorprendió – a sus integrantes más tempranos – trabajando o en ciernes, y sin que existan estadísticas ni una opinión unificada de las consecuencias sobre este grupo. Aquellos días, meses, de aislamiento forzoso, propiciaron que las empresas desarrollaran exponencialmente herramientas para facilitar el teletrabajo en aquellos trabajos que eran susceptibles de realizarse a distancia. Y aunque con la recuperación paulatina de la normalidad, el trabajo presencial ha reconquistado preferencias entre los patronos, la posibilidad de conjugar lo remoto con lo físico (o sea, el arreglo híbrido) ha dotado al mercado laboral de una flexibilidad impensable años atrás.

Pocos de los integrantes de la aludida generación Z se visualizan en un trabajo para toda la vida, incluso para toda una década. La movilidad, bien derivada de la insatisfacción, bien la que alienta la propia curiosidad de los Z por descubrir nuevos hábitats laborales, se proyecta como una constante que exige una adaptabilidad tanto a las estructuras empresariales como en la mentalidad de unos patronos de ordinario más confortables con la ausencia de rotación en los puestos de trabajo.

Sin embargo, conviene que unos y otros, empleadores y empleados, modifiquen sus concepciones e imaginarios en aras de una optimización de sistemas y capacidades. Los Z deben aprender que los procesos no se resuelven a la velocidad de sus deseos, que lo instantáneo y la productividad a menudo no coinciden, que se requiere de la solidez de la consistencia para alcanzar objetivos, que su versatilidad necesita de reposo para arrojar resultados.

Por su parte, los patronos deberían adecuar sus estructuras a esa movilidad generacional, y con ellas disponer los puestos de trabajo para asumir una mayor rotación de personal sin que eso repercuta negativamente en sus ingresos. Se necesita para eso una dinamización de la formación y un diseño versátil de esos aludidos puestos de trabajo. Resulta necesario, más bien imprescindible, ofrecer una elasticidad horaria que permita compatibilizar vida y trabajo, favoreciendo la conciliación y fomentando entornos laborales saludables; exigiendo, pero cediendo, estableciendo unos canales de confianza basados en objetivos más que en el cumplimiento de horarios estrictos. Eso, que podría parecer – y, de hecho, lo es – un generalismo debería constituir la piedra angular de los esquemas laborales de los tiempos presentes y futuros.

El talento de esa generación que ha nacido y crecido bajo un manto tecnológico universal, que ha adoptado la IA como una herramienta más para mejorar su preparación y su cotidianidad, debe ser explotado con flexibilidad, ofreciendo incentivos de atracción, fomentando esa dualidad entre lo remoto y lo presencial capaz de obtener no solo multidicisciplinariedad productiva, sino capaz también de reclutar una pluralidad geográfica de perspectivas que atraiga trabajadores que no necesariamente tengan que vivir en las proximidades de sus centros de trabajo.

Una evolución de nuevas herramientas tecnológicas ha dejado y seguirá dejando obsoletas a las existentes en pocos años. Las organizaciones que no renueven sus talentos y sus mecanismos productivos se exponen a una primera pérdida de competitividad que, a menudo, suele ser el preámbulo del cierre. Los Z acostumbran a comportarse con dinamismo, se caracterizan por anticiparse, buenos husmeadores de oportunidades, por introducir el futuro en el presente porque han sido alumbrados en un tiempo en el que la tecnología ha impuesto una tiranía sobre todos los ámbitos de le evolución; como dijo Bill Gates, o puede que lo dijera Steve Jobs (no importa demasiado el emisor), la tecnología se encarga de solucionar los problemas que la propia tecnología ocasiona.

Los Z, como lo serán los Alfa y los Beta, son hijos de su tiempo, de un tiempo que, aunque camine con pasos de gigante requiere, para consolidar los avances, de conocer la perspectiva del pasado para saber donde posicionar la siguiente huella.

Experiencia y serenidad orgánica de los patronos frente al entusiasmo innovador de los empleados Z: en saber equilibrar ese binomio reside una de las fórmulas del éxito, laboral y personal.

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