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Antes de que la dictadura cívico-militar conocida en Argentina irrumpiera en su vida sacudiendo los cimientos de su hogar y amenazando la seguridad de su familia, Estela Barnes de Carlotto era directora de una escuela primaria y una ama de casa sin ningún interés por la política de su país. No obstante, el destino provocó que se convirtiera en la presidenta de una importante organización de derechos humanos en Argentina y en el rostro representativo de miles de abuelas argentinas que reclaman la restitución de cientos de niños secuestrados y desaparecidos por la dictadura militar de Jorge Rafael Videla.
"Me tocó porque así lo quiso una dictadura militar que usurpó el poder el 24 de marzo de 1976, al tocar lo más sagrado que tiene una mujer, que son los hijos. El amor de una madre no piensa si hay miedos, si hay riesgos o tiempos. Para el amor por los hijos no hay tiempos. Se les ama desde que se les trae al mundo y mientras vivimos somos las mamás a quienes ellos acuden y necesitan aunque sean mayores", reflexionó Barnes de Carlotto.
La presidenta de la asociación civil Abuelas de Plaza de Mayo se presentó la semana pasada en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, invitada por la organización Red de Esperanza y Solidaridad y por la Organización de Mujeres Estudiantes de Derecho. Allí contó la historia de su vida, la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo y la intensa búsqueda de su nieto, ya restituido, y otros tantos nietos cuyas identidades aún no han sido descubiertas.
A finales del año 1977, Laura Estela Carlotto, hija mayor de Estela y estudiante de la Universidad Nacional de la Plata, fue secuestrada junto a su compañero Walmir Oscar Montoya, siendo ingresada en un centro de detención clandestino llamado "La Cacha". Laura militaba en la Juventud Universitaria Peronista y era miembro de la organización Montoneros. Al momento de su desaparición Laura estaba embarazada de su único hijo, un varón que nació 7 meses después, en junio de 1978 mientras la mujer aún estaba en cautiverio.
Poco después del nacimiento del niño, los militares le devolvieron a Estela Carlotto y a su esposo Guido, el cuerpo mutilado y baleado de su hija, mas le negaron la existencia de su nieto. El horror de que le entregaran a su hija baleada en la cabeza y en el vientre, y de no conocer el paradero de su nieto fue precisamente lo que la llevó a comprometerse con la causa que hoy abraza.
"En ese entierro tomamos decisiones. Con mi esposo yo dije, ‘yo voy a salir a buscar justicia y a buscar a su hijito’, porque ella estuvo nueve meses secuestrada en uno de los centros clandestinos de detención de los que instaló la dictadura en el país. Ya sabíamos el paradero de Laura pero esa muerte nos comprometió más a seguir luchando a perder los miedos totalmente. Nos habían hecho lo peor, lo contrario a la naturaleza, enterrar una hija.".
Según testimonios de sobrevivientes, estos centros de detención eran lugares comunes por fuera, pero dentro reinaba el terror. Los detenidos eran sometidos a crueles torturas, las mujeres eran violadas, y otros tantos entraban para nunca volver a ser vistos. Las mujeres embarazadas no tenía privilegios en ese entorno. El embarazo sólo garantizaba que vivirían por el tiempo en que se tardaran en dar a luz. Posterior a ello, los niños les eran arrebatados, ellas eran asesinadas y sus cuerpos desaparecidos.
"La joven secuestrada (embarazada), militante popular, era torturada y vejada como las demás pero la dejaban vivir hasta que naciera su bebé. No por humanidad o por salvarle la vida sino porque iban a quedarse con ese niño. Esta dictadura trajo un plan militar terrorífico, quizás impensado para nosotros… hacer de esos chicos un botín de guerra. Como decirle al que iban a matar: soy dueño de tu vida y dueño de tu hijo. Era la ofensa a la humanidad", explicó.
El asesinato de su hija era una posibilidad que según Carlotto tuvo siempre presente al conocer su activismo militante. Temiendo por su vida, por causa de los relatos de la joven sobre cómo uno a uno sus compañeros militantes desaparecían, esta trató de convencerla de que saliera del país. Pero las ideas de la joven de 23 años eran inamovibles. Laura no sólo le dijo a su madre que se quedaría, sino que pronosticó su muerte y la de otros miles de jóvenes.
"Me dijo, ‘mamá no me voy a ir. Mi proyecto de vida está acá, todos tenemos un proyecto de vida. Nadie quiere morir, pero miles de nosotros vamos a morir y nuestra muerte no va a ser en vano’. Tenía una alegría enorme de vivir, no se le veía el ceño rencoroso, era una fuerza clara, presta", recordó Barnes de Carlotto con emoción.
Poco después, un cuerpo de tareas de la milicia secuestró a Guido Montoya, esposo de Estela Barnes de Carlotto, quien fuera liberado 25 días después en un estado calamitoso. Tras el secuestro, Laura, tratando de huir de los militares que le pisaban los talones, se mudó a La Plata, lugar de donde se desapareció.
En ese mismo año, Barnes de Carlotto se tiró a la calle, encontrándose con otras abuelas que como ella procuraban la aparición de sus hijos y la restitución de los nietos que pensaban estaban con vida. Específicamente, el 30 de abril de 1977 comenzaron a encontrarse cada jueves alrededor de la Pirámide de Mayo, en la plaza situada frente a la casa de gobierno. Cubiertas sus cabezas con un pañuelo blanco, marchaban alrededor de la plaza. El grupo recibió rápidamente el nombre de Madres de Plaza de Mayo y su presencia comenzó a ejercer presión nacional e internacional sobre el destino de las personas que desaparecían en la Argentina.
Al principio, las madres eran criticadas con severidad, alegándose que eran un brazo de la guerrilla a la que pertenecían sus hijos. Los medios de comunicación lanzaron cruentas campañas contra las madres alegando que las historias eran falsas. Ello hizo más difícil el descubrimiento de las identidades de los nietos desaparecidos, pues los posibles nietos no se atrevían a someterse a los exámenes ante el estigma que predominaba sobre los desaparecidos y sus familiares.
Hoy, 38 años después de la primera marcha de las abuelas y gracias a los avances de la tecnología, la derogación de leyes que protegían a los militares y el apoyo del gobierno actual de Argentina, se ha podido recuperar la identidad de más de 115 nietos desaparecidos. Es a partir del trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo, de investigación y denuncia de posibles nietos desaparecidos, que en 1987 se funda en Banco Nacional de Datos Genéticos, a través del cual se realizan pruebas de histocompatibilidad con material genético recuperado de todas las familias que han reportado familiares desaparecidos.
El pasado mes de agosto de 2014, se descubrió la identidad del nieto desaparecido de Barnes de Carlotto, llamado Ignacio Hurban. El nieto fue criado en una zona rural de la Argentina por una pareja ajena a la milicia. Hurban acudió de forma voluntaria a realizarse una prueba de ADN luego de que le fuera revelado que había sido adoptado en la época de la dictadura militar.
"Yo soñaba estar a esta edad en mi casa con mis catorce nietos, mis cuatro hijos, la mesa completa. Ya Laura no está, aunque está, está presente. A mí me acompaña. Pero ahora que encontré a mi nieto la tengo más, porque la tengo a ella".
A pesar de que Estela ya recuperó a su nieto, su búsqueda no ha cesado. La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo continúa ejerciendo la presidencia de esa organización con un compromiso renovado de continuar la búsqueda de los más de 300 nietos cuyas identidades son aún desconocidas. La activista cuenta que esa persistencia la aprendió de su hija y de sus compañeros de lucha. También de su hija y de esos militantes ha rescatado la alegría, alegría que transmite a su nieto y a los otros nietos que también son suyos.
"Es lo que queremos, darles la seguridad de que los queremos tanto, que vamos a ir donde ellos quieran. A conversar, a escuchar su música. Y esa alegría no la vamos a perder porque encontrar 116 nietos, es encontrar la vida, es romper con un proyecto siniestro, que era que esos chicos jamás se encontraran con sus familias», expresó.
La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo aprovechó su ponencia para hacerse eco de la petición por la excarcelación del prisionero político Oscar López Rivera, quien lleva 33 años encarcelado en una prisión federal. A tal efecto fue la invitada especial de la manifestación "33 mujeres por Oscar hasta su regreso", que se celebra cada último domingo del mes en el puente Dos Hermanos de San Juan.
"Lo que pasa hoy en un lugar es para ofender a todo el mundo o para beneficiar a todo el mundo. Por eso, cómo no voy a acompañar, estar con ustedes para que Oscar López vuelva. Por lo que me he enterado es una persona extraordinariamente fuerte, porque para estar en esa situación 33 años tiene que tener la fortaleza del guerrero del militante, del que sabía lo que quería y no lo dejaron. Con el regreso de él se van a multiplicar los López en este país. Piensen en la juventud de este país, los jóvenes tienen conciencia del rol que tienen que desempeñar", señaló.
Por Zoán T. Dávila Roldán