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Las expresiones vertidas en esta entrevista responden a opiniones personales y no representan la posición oficial del Poder Judicial de Puerto Rico.
Cuando amas y persigues la misma profesión que tu pareja, tu mundo se simplifica. Se simplifica porque mantienes tu identidad y puedes seguir siendo tú. Se simplifica porque puedes seguir creciendo, mientras te acompañan en el camino con complicidad.
Fue en el , en el salón Leopoldo Figueroa, donde la licenciada Keila Díaz Morales conoció al juez José Orta Valdez, quien se convirtió en su compañero de vida.
«Cuando entró al salón, me impactó. Él entró con un flow de ‘paren todo que aquí estoy yo‘. Él era el hombre mejor vestido del Capitolio. Imponente. Yo dije: ‘Contra, yo quiero tener ese impacto cuando yo entre a los salones'», así describió Keila el momento en que vio por primera vez a su esposo.
La abogada no fue la única que quedó impresionada. José confesó que quedó impactado por Keila, específicamente sus ojos verdes y la seguridad que transmitía.
«Es una mujer segura de sí misma. Ella está bien segura de su identidad, quería lograr sus cosas por mérito propio», contó el licenciado, quien es juez administrador de la Región Judicial de Utuado.
Uno de los aspectos que unió a Keila y a José fue su trasfondo y el camino que recorrieron para lograr sus metas profesionales. Ambos son producto del sistema público de enseñanza del archipiélago y fue en las figuras paternas que encontraron el impulso para alcanzar sus sueños.
José contó que su papá fue pieza clave en su desarrollo académico y profesional porque le inspiró y brindó seguridad en el camino. Su papá le inculcó que, independientemente,de que fuese de escuela pública y de fuera un hombre negro, tenía que ir por lo que quería.
«Las primeras conversaciones sobre que yo quería estudiar derecho, aparte de mi meta de estudiar contabilidad, fue con él. Me dijo: ‘Tú vas a ser un gran abogado y yo te voy a ayudar’. Mi papá murió cuando yo tenía 20 años. No vio esa parte de mí. Se quedó cuando yo revalidé para ser Contador Público Autorizado, pero la parte legal no la vivió porque empecé a estudiar derecho después que él falleció. Siempre tengo a mi papá en mi pensamiento», compartió el abogado.
Keila también era muy apegada a su papá. Su padre, quien falleció a los 64 años, fungió como un mentor que cuidó de su ilusión y la impulsó a seguir hacia adelante.
«Mi papá también fue este faro y esta guía. Este asunto de tener esta figura paterna que te apoya, te hace ser una persona segura a pesar de ser de una minoría. En el caso de él, por ser una persona de raza negra y el hecho de que viene de escuela pública. En el caso mío, por ser mujer y de escuela pública», confesó la abogada.
El trasfondo de ambos fue clave en la unión de Keila y José, pues era el protagonista de extensas conversaciones. Además de que las madres de ambos se llaman María, coincidieron en sus deseos por ser entes de cambio y aportar por al acceso a la justicia de las personas más vulnerables.
José, como juez superior, incorpora en sus funciones parte de la sensibilidad y visión que Keila le transmite. La licenciada fungió como jueza municipal en la Región Judicial de Bayamón y siempre presentó preocupaciones y deseos por mejorar los servicios en casos de violencia de género, asuntos de salud mental y ofrecerle apertura a las personas peticionarias.
«Esa visión la incorporé y las preocupaciones e ideas que ella tenía las empecé a incorporar en mi región. Eso fue bien importante porque ella me traía sus preocupaciones porque era lo que ella veía todos los días. Así que esa retroalimentación de lo que ella veía me ayudó mucho en mi desarrollo profesional en la actualidad», destacó el licenciado.
El apoyo y deseo por crecer profesionalmente es mutuo. Los sueños de la licenciada nunca fueron pequeños para José. Al contrario, él es quien eleva sus ideas y le recuerda que es capaz de lograrlas.
Llevaban alrededor de dos años casados cuando una noticia sacudió las vidas de la familia Orta Díaz. En 2020, justo cuando el mundo se enfrentaba a la pandemia por el COVID-19, José fue diagnosticado con cáncer.
«Me sacudió y nos sacudió como pareja y como hogar. En ese proceso de irnos a Houston, donde estaba el mejor tratamiento de acuerdo al tipo de cáncer que tenía, conllevó dejar a nuestro hijo Noé, que tenía 10 meses en ese momento, en Puerto Rico con su familia materna», expresó José.
El juez describió el proceso como uno intenso, pero que les hizo madurar y les motivó a proponerse nuevas metas. Del arduo proceso que enfrentó la pareja, nació uno de los proyectos más significativos de sus vidas: Vivamos mientras.
José no es del tipo de persona que se abre fácilmente al mundo. Es un hombre reservado y celoso con su vida familiar. Keila es más extrovertida y sus estudios en comunicaciones le facilitan exteriorizar su sentir.
Como una forma de sanar y compartir lo que estaban viviendo en Houston, Keila, quien siempre soñó con escribir un libro, le compartió a José la idea de escribir sobre el proceso que estaban viviendo.
«Yo tenía mucho miedo al poder decir qué es lo que estaba pasando. Tanto, que ni me atrevía a leer lo que estaba escribiendo. Obviamente, le di mi apoyo. Recuerdo que al salir de la radioterapia en el hospital, había una tienda y vi un journal y un bolígrafo. Lo vi y dije: Le voy a llevar esto a Keila para que lo utilice en el apartamento y comience a escribir. En ese sentido, sí me gustaba lo que estaba haciendo, pero no me atrevía a entrar y ser parte de lo que estaba haciendo», indicó el licenciado.
Cuando Keila terminó el borrador, José comenzó a leer el libro e inmediatamente supo que tenía que unirse a aquel significante proyecto.
«Leí el primer capítulo y dije: ‘Guao, ella ha vaciado un montón de sentimientos y vivencias’ de una manera que me enamoraba otra vez de ella. También dije: ‘Yo pasé por un proceso difícil. Estoy vivo. No hay segundas oportunidades. Es ahora o nunca. Viviste algo que tienes que compartir, que tienes que hacer que otras personas conozcan y que crezca'», rememoró el licenciado.
Entonces, José decidió dictar sus emociones y sentimientos. El ejercicio le permitió desahogarse sin limitarse. «Empecé a decir cosas que nunca había dicho durante el proceso de tratamiento y diagnóstico. Cosas de coraje, cosas de amor, sentimiento y eso me ayudó a sanar y a hacer un reencuentro de quién soy y hacia dónde voy».
A Keila le sorprendió la participación de su esposo porque esa nunca fue la expectativa de su parte. Confesó que al principio tuvieron temor sobre cómo podría impactar el proyecto en sus carreras profesionales.
«Tuvimos mucho miedo al principio, en términos éticos. Yo no tenía ni siquiera redes sociales personales. Estábamos escondidos porque cuando sale Vivamos mientras, yo todavía era jueza. [...] Un día yo hice un borrador de dispensa a la judicatura para poder hacer estas expresiones y crear estas cosas. Yo se lo enseñé. Él me dijo que la presentara y, para mi sorpresa, el apoyo fue hermosísimo. El Poder Judicial apoyó el proyecto y una vez salió el podcast, el libro, las redes», mencionó la licenciada.
A través de este proyecto, la pareja tiene la oportunidad de inspirar a colegas a que manifiesten su poder creativo.
«Doy fe de que cuando los letrados, las letradas, les letrades suprimimos eso, uno se deprime. Cuando tú reprimes esa creatividad que tienes y te enfocas solo en el derecho y en trabajar, no nutres esos espacios creativos. Te estás apagando y por algún lado te va a explotar", indicó.
Por otro lado, la abogada mencionó que la pérdida de su segundo embarazo fue un proceso difícil en la que se percató de cómo se invisibiliza el duelo gestacional.
«Invisibilizamos todo lo que sufren las mujeres en cualquier etapa de la maternidad. Ahí es que empiezo a afinar y analizar todo lo que es el duelo y la fragilidad de la vida y sobre las distintas versiones que tiene la muerte, que no es solamente la última muerte física, sino que son todos estos procesos», contó.
Otro reto que enfrentó la pareja fue cuando Keila decidió emprender nuevas metas y recorrer otros caminos. Keila describió esta etapa como una intensa.
«¿Quién renuncia a la judicatura a los treinta y pico? Es un honor muy grande. Fue un proceso duro y doloroso. […] No es porque sea una mala agradecida ni porque le reste valor al honor increíble que tuve de servirle al país desde la judicatura, pero llega un momento en el cual tú dices ‘quiero hacer esta otra cosa y esa otra cosa no cabe aquí. Esa cosa no cabe en mí, esa cosa ya no es mi piel'», detalló.
Luego de un año de tomar la decisión, Keila materializó su segundo proyecto: Heredar en paz. Esta iniciativa que abrió el universo de las posibilidades ya que más que un libro, es una plataforma que busca aportar a la sociedad.
«Una familia millonaria no necesariamente necesita heredar en paz. Probablemente, tiene un abogado, abogada o abogade que le está asistiendo desde el principio. Heredar en paz para mí es una forma de llevar ese conocimiento a alguien que de alguna otra forma no lo va a tener», explicó Keila.
Precisamente, José aseguró que el derecho es un mecanismo para el acceso a la justicia a las personas más vulnerables. Resaltó que esta visión siempre la tienen como norte porque les preocupa y desean que el derecho sea una herramienta para ayudar a otros desde el punto de vista social.
Para Keila y José, coincidir en sus visiones y perseguir metas en común es la clave que les permite continuar recorriendo el camino en complicidad y la justicia.