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Por el Lcdo. Jean G. Vidal-Font (Ferraiuoli LLC)
Si uno fuese a llevar una encuesta en muchos negocios, le sorprendería cuántos dirían que no tienen propiedad intelectual en su inventario de activos, a pesar de la realidad ser todo lo contrario. Lo cierto es que todo negocio tiene activos en propiedad intelectual, y muchas veces más de un tipo de activo, entiéndase marcas, derechos de autores, secretos de negocios, patentes y/o derechos de imagen. Por eso, es importante que todo negocio siempre tenga a su mano no solo su auditoría de contabilidad y finanzas, pero una de propiedad intelectual.
A modo de ejemplo, tomen un negocio de ventas al detal (o minorista). Uno pudiese pensar que su activo principal es la mercancía que venden, quizás como mucho el nombre. Pero hay mucho más si lo sometemos a la auditoría. De entrada, el negocio se anuncia en el comercio con un nombre y posiblemente un lema distintivo, ambas cosas son propiamente activos de propiedad intelectual bajo la Ley de Marcas, ya sea en Puerto Rico y/o en los Estados Unidos. Como parte de la auditoría, es importante tener documentado desde cuando se usó el nombre (la marca) y evidencia de su uso en el comercio para cuando se tenga que validar el derecho de la marca sobre un posible competidor. De la misma manera, se deben preservar anuncios publicados con la(s) marca(s), ya que, en un futuro, pueden ser una pieza clave en un litigio.
Así mismo, el negocio puede estar produciendo código de computadora (en casos de negocios con programadores), arte (en agencias de publicidad), textiles, literatura y/u otras creaciones capaces de tener protección de derechos de autores. Aquí, la auditoría es clave en documentar quien fue la persona que lo creó/redactó, y a base de que contrato o relación de empleo se hizo, ya que ese último detalle puede ser crucial al determinar quién es el dueño de la obra (suele suceder que el negocio piensa que es dueña de los derechos, cuando lo que en verdad tiene es una licencia implícita por no haber documentado la cesión correctamente).
Igual ocurre con inventos (patentes) y/o secretos de negocio. Toda pieza y documento que apoya la creación de un invento, o el valor de un secreto de negocio (piensen en la lista confidencial de clientes, recetas secretas, fórmulas para productos de limpieza o químicos) tiene que estar debidamente visualizada y archivada en el control del negocio para maximizar su uso y protección. La falta de organización o documentación oportuna puede resultar en la pérdida de estos derechos tan importantes en el mundo de la innovación.
Entonces, ¿cómo procedemos? Lo primero es conocer bien tu negocio, y saber quién o quiénes están produciendo o creando material o información que pueda ser sujeto a protección de propiedad intelectual. De ahí, aseguramos que tengamos un tracto claro de la relación contractual y/o de empleo, y de ser empleado, si lo que se está creando cae dentro del marco de sus funciones. Con estos dos pasos, nuestra auditoría coge velocidad, restando ahora empezar (o actualizar) los debidos registros y solicitudes, dependiendo del caso.
Tristemente, hay negocios que se dan cuenta de la importancia de estos pasos ya luego de haber comenzado un pleito legal por derechos de propiedad intelectual. Lo ideal es que la auditoría de propiedad intelectual sea una herramienta clave y dinámica de todo negocio.