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Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del(a) autor(a) y no reflejan las opiniones y creencias de Microjuris o sus afiliados.
Lcda. Mildred Meléndez Otero
En el informe sobre Gobernanza de la Inteligencia Artificial en beneficio de la Humanidad (septiembre 2024) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se señaló como una vulnerabilidad existente o potencial el consumo excesivo de energía, agua y recursos materiales (incluyendo minerales raros y otros recursos naturales) con el desarrollo y uso de la inteligencia artificial (IA).
Como sabemos, la inteligencia artificial generativa ha ganado nuevos adeptos en los últimos año con la entrada de ChatGPT 3.5 y 4. Dicha tecnología ha acelerando nuevos avances en diversas áreas, desde comerciales, judiciales, tecnológicas hasta ambientales. En este último renglón se observa en esfuerzos para afrontar el cambio climático, y la predicción efectiva de huracanes, por ejemplo.
Con los beneficios que ya conocemos y en los que se destaca la automatización, eficiencia y resolución de tareas de forma rápida, la IA ha pasado a ser una herramienta laboral y de estudios más junto a los procesadores de palabras, aplicaciones y demás. Sin embargo, el alto consumo energético, su huella de carbono y el uso intenso de grandes cantidades de agua para los sistemas de enfriamiento pone de relieve la necesidad de evaluar las políticas públicas enfocadas en la inteligencia artificial.
Según un artículo de Route Fifty de Chris Teale titulado «How AI can help and hurt the environment» (junio 2024), el aumento en el uso de la IA podría duplicar la demanda de electricidad de los centros de datos para 2026. De igual forma, la cantidad de agua dulce necesaria para enfriar los centros de datos también podría aumentar dramáticamente, afectando el suministro de agua. Esto sin contar que los desechos electrónicos podrían crecer a medida que se fabrican para ejecutar el software de IA y que luego se descartan al final de su vida útil. El mismo artículo explica en palabras de Benjamin C. Lee, profesor de ingeniería eléctrica y de sistemas y de ciencias de la computación e informática que, «si una búsqueda en Google consume cierta cantidad de energía, pedirle una respuesta a ChatGPT podría consumir entre 7 y 10 veces más energía. Si todos comienzan a usar GPT como utilizan el motor de búsqueda, veremos un gran aumento en los costos energéticos».
Si lo queremos ver en números, una investigación realizada por científicos de la Universidad de California en el 2023 predijo que las actividades relacionadas con la IA podrían generar un consumo de agua de entre 4,000 y 7,000 millones de metros cúbicos al año en 2027. De igual forma, investigadores de la Universidad de Coruña, en un artículo para la revista especializada Neurocomputing (junio 2024), calcularon que cada búsqueda en ChatGPT consume energía equivalente a hacer funcionar una bombilla LED de 5 W durante 1 hora y 20 minutos. Ello para un total en consumo de 260.42 megavatios hora por día. No, no estoy tratando de ser aguafiestas. Sí, deseo reflexionemos sobre ejemplos viables de prácticas sostenibles para el uso de la misma.
En el balance de pros y contras, la IA generativa es tanto aliada como adversaria. Ante las preocupaciones que ha generado los temas de sostenibilidad se han desarrollado proyectos de IA verde o Green AI, como reseña el artículo del grupo de investigadores de la Universidad de Coruña. Estos proyectos promueven la evaluación del gasto energético de los data center, los algoritmos y la producción de hardware utilizados en la IA y el Machine Learning. El Green in AI puede maximizar la eficiencia energética porque conlleva algoritmos que son verdes por diseño o por entrenamiento. Otros proyectos están enfocados en Green by AI, que se refiere a modelos de inteligencia artificial adiestrados para apoyar e identificar mecanismos de sostenibilidad que ayuden a que otras actividades sean más eficientes y a su vez desarrollen modelos de predicción que beneficien al medio ambiente, como por ejemplo predicciones enfocadas en la agricultura hasta el impacto ambiental de ciertas prácticas económicas.
Tal y como indica el Órgano Asesor de Alto Nivel sobre Inteligencia Artifcial de la ONU, es necesario que además de promover estos esfuerzos, exigir a los gobiernos regulaciones que propicien «un enfoque integral y global que abarque transversalmente los ámbitos político, económico, social, ético, de derechos humanos, técnico, ambiental y otros». A ello agrego, la necesidad de promover la conservación de recursos, la participación ciudadana equitativa en la toma de decisiones de gobernanza y que como participantes activos de la IA, hagamos un uso equilibrado de la herramienta.
Reconozco que la IA ofrece la oportunidad para resolver problemas esenciales, como el cambio climático, pero su impacto ambiental no puede ni debe pasarse por alto. El consumo excesivo de energía, agua y otros recursos necesarios para su funcionamiento presentan desafíos que deben atenderse de forma urgente. Iniciativas como el Green in AI y Green by AI representan pasos importantes hacia un uso más sostenible de esta tecnología, pero es crucial que tanto los gobiernos como las comunidades participen activamente en la creación de regulaciones y prácticas que minimicen su huella ecológica. Tenemos que encontrar el equilibrio entre aprovechar los beneficios de la IA y mitigar sus efectos negativos.
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