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Si bien para muchos empresarios la apertura de Cuba ha representado una preocupación ante la inminente competitividad de un nuevo mercado, para el modelo cooperativista los cambios en ese sentido representan crecimiento e intercambios, sobre todo en modelos como el cooperativismo agrícola cubano
Por Ana Teresa Toro
Para Microjuris
Primero fueron a la tierra. Corría enero de 1959, recién terminaba la Revolución Cubana y ya el estado comenzaba a impulsar las primeras cooperativas en Cuba, pero únicamente las cooperativas agrícolas pensadas para desarrollar las tierras hijas de la cultura del latifundio, del monocultivo en manos de unos pocos poderosos y sujetas al devenir del mercado estadounidense.
Si bien ese desarrollo fue exitoso tardarían muchos más años en desarrollarse otros modelos cooperativistas en Cuba. No fue hasta el 2012 que se aprobó un ordenamiento jurídico que abrió paso a la creación de nuevas cooperativas con otros fines como los servicios —es decir, no agropecuarias— y, aunque no existen cooperativas de ahorro y crédito ante el nuevo panorama, muchos aseguran que no pasará mucho tiempo antes de que en Cuba se vea la primera de este modelo económico cooperativista.
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Este cambio en el marco legal, resultó de una suerte de experimento que inició en el 2009 y que comenzó con la posibilidad de que personas arrendaran barberías y peluquerías estatales para que funcionaran como cooperativas privadas. El éxito de este modelo permitió que se diera la aprobación a través de varios decretos de la creación de nuevos modelos cooperativistas en sectores como la pesca, la transportación y diversidad de servicios. Ya para el 2013 estaban en funciones las primeras 123 cooperativas no agropecuarias.
A juicio del director ejecutivo de la Asociación de Ejecutivos de Cooperativas de Puerto Rico, José Julián Ramírez, este crecimiento en el cooperativismo cubano que se ha dirigido más hacia el área de servicios, tiene que ver además con que «el gobierno ha ido comprendiendo que la productividad no es tan fácil de incentivar como en el campo». Esto lo vincula a la merma en productividad que tiene que ver con el hecho de que si el estado es el principal patrono, es tu sindicato, quien te protege y protege tu empleo, se desincentiva la productividad y se alimenta la idea de que «este trabajo es para toda la vida, algo parecido a la frase puertorriqueña que dice: tranquilo, que esto es para treinta años».
Pero el hecho de que se desincentive la productividad no tiene nada que ver con la inagotable capacidad de emprendimiento que se vio en Cuba, sobre todo a partir de la gran crisis que representó el periodo especial y que a su vez, generó una migración masiva.
«El cubano es un gran emprendedor. A veces, las personas piensan que por fundar una cooperativa eres menos emprendedor pero no, eres un empresario cooperativista. El capitalista busca un nicho de oportunidad para lucrarse, el cooperativista identifica una necesidad y busca lograr que a través de una empresa colectiva de base democrática se pueda sustentar la necesidad de un grupo», expone Ramírez quien ve con buenos ojos la apertura en Cuba sobre todo por lo mucho que tenemos que aprender en Puerto Rico sobre el cooperativismo agrícola, tema en el que los cubanos son veteranos.
Sobre todo por la posibilidad de extrapolar esta experiencia a la realidad isleña. «Hemos visto y estudiado las inmensas y gigantescas cooperativas agrícolas de los Estados Unidos, como Ocean Spray o Welch’s y son continentales pero esa no es nuestra realidad. ¿Qué mejor que conocer un cooperativismo agrícola isleño que se ha desarrollado bregando con las plagas isleñas del Caribe, con nuestro calor, nuestras temperaturas, nuestro clima, lluvia o escasez de lluvia y nosotros tenemos mucho que aportar en nuestro fuerte que es el área de ahorro y crédito. Ahí hay un gran punto de encuentro y una oportunidad de compartir conocimiento», enfatiza.
De esta reflexión, surge además una mirada hacia los puntos fuertes del sistema cubano más allá de sus fracasos, como lo es el pensamiento colectivista tan necesario para salir de cualquier crisis, tan ausente tantas veces en el día a día.