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Nota de la editora: Este artículo es publicado gracias a una alianza entre el programa de maestría en Comunicación con especialidad en Periodismo e Innovación de la Universidad del Sagrado Corazón (USC) y Microjuris.
Por Adimar Hernández Maldonado
España es conocido por ser la cuna de Cervantes, el hidalgo caballero andante, los olivos, el jamón ibérico, los tablados y los vinos. Es una nación que logró reformarse luego de arduos años de Guerra Civil y la dictadura del general Francisco Franco.
Estos próximos meses serán claves para que la península ibérica defina su futuro sin olvidar la gran diversidad que los define.
Para entender los sucesos que marcaron el desarrollo cultural, social, político y económico de la península, entrevistamos a Rafael Cox Alomar, catedrático de derecho de la Escuela de Derecho David A. Clarke de la Universidad del Distrito de Columbia, quien analizó lo ocurrido en las pasadas elecciones y profundizó sobre el futuro.
«La balcanización política interna, junto a la radicalización ideológica y fragmentación de su sistema de partidos, ha hecho que desde 2018 para acá los gobiernos españoles sean cada día más frágiles. Los días en que un solo líder y un solo partido gobernaba casi en solitario... (como fue el caso con Felipe González y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de 1982 hasta 1996) han quedado atrás», indicó el profesor Cox Alomar.
Actualmente en España se encuentran activos y con escaños confirmados los siguientes partidos:
No obstante, según el registro de Interior en 2022, se registraron un total de 4,586 partidos.
El abogado y profesor subrayó que la diversidad partidista en España es un fenómeno sorprendente y que refleja el sentir de sus ciudadanos.
En estos momentos, España se encuentra en una de las etapas más decisivas: la formalización de su gobierno.
Precisamente en julio Pedro Sanchez, líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y actual presidente de España, convocó las elecciones generales. Esto provocó que millones de personas, incluso fuera del territorio y líderes de partidos opuestos, fueran convocados a ejercer su voto en pleno verano.
«Fue una movida estratégica de uno de los políticos más subestimados, pero hábiles de España: Pedro Sánchez», dijo el profesor.
«Al adelantar sorpresivamente las elecciones de diciembre a julio, obligó al PP y a Vox a pelear en desventaja, sin tiempo para definirse ante el electorado. Sánchez y el PSOE fueron quienes acabaron definiendo al PP y a Vox».
De todas formas, la mayoría de los españoles optaron por el candidato del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, quien acumuló 137 escaños en el Congreso y 89 en el Senado, pero no pudo obtener la mayoría absoluta. Para los partidos logren la mayoría absoluta, deben obtener un total de 176 escaños.
En este caso, el PSOE y el PP, aún sumando las potenciales coaliciones, no cumplen con ese requisito.
Recientemente, para poder obtener la mayor cantidad de escaños, los dos partidos (PSOE y PP) han pactado con el resto.
Por ejemplo, el PSOE tiene la intención de pactar con SUMAR, los partidos nacionalistas de Cataluña y el País Vasco.
En cambio, el PP se ha centrado en obtener el apoyo de Vox y los partidos regionalistas. En suma, el PP cuenta en estos momentos con 172 votos a favor, sumando los de Vox, Unión del Pueblo Navarro (UPN) y la Coalición Canaria.
Por el otro lado, el PSOE cuenta con 178, uniendo los votos de SUMAR, Junts, EH Bildu, Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Bloque Nacionalista Galego (BNG).
De esta forma, aunque el rey Felipe IV de España hizo público a finales de agosto su respaldo a Feijóo y este fue declarado ganador de las elecciones generales en julio, no puede ser proclamado presidente aún con el respaldo de la corona.
Teniendo en cuenta los resultados, continúa la incertidumbre sobre quién será el nuevo presidente. Aunque Pedro Sánchez sigue al mando, el sentir de los ciudadanos se vio reflejado en las urnas.
Este sentir definió el trayecto de partidos como Vox y le mostró a la izquierda su descontento. Especialmente, con relación a temas como la Euskadi Ta Askatasuna (ETA), el comunismo y los ocupas.
Muchos se preguntarán si enmendar la Constitución ayudaría a España a tener una transición de gobierno más ligera, pero Cox Alomar aseguró que no.
«La Constitución de 1978 le ha servido bien a España porque fue el producto de un gran (y doloroso) consenso entre todas las fuerzas políticas de un país cuyas heridas luego de la Guerra Civil aún no cicatrizaban. La legitimidad del gobierno español precisamente depende de la participación proporcional de esa polifonía de fuerzas políticas que, aunque ideológicamente diversas, representan los intereses de todas las capas de la sociedad española en toda su complejidad (histórica y política)», sostuvo el académico a Microjuris.