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Nacionalismo positivo vs. nacionalismo negativo: entre la inclusión y la polarización

25 de septiembre de 2025
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Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del(a) autor(a) y no reflejan las opiniones y creencias de Microjuris o sus afiliados.

Por la Lcda. Jessica L. Pérez Salazar

El nacionalismo es una de las fuerzas políticas y culturales más influyentes de los últimos siglos. Puede ser un motor de unión, orgullo y desarrollo, pero también una herramienta de exclusión, odio y violencia. La diferencia no está en el concepto en sí, sino en cómo se entiende y se practica. Un nacionalismo positivo promueve la identidad colectiva sin negar la diversidad, mientras que un nacionalismo negativo se convierte en una ideología peligrosa que alimenta la polarización y erosiona la democracia.

El nacionalismo negativo: un camino hacia la exclusión

El nacionalismo negativo suele expresarse a través de la construcción de fronteras simbólicas y reales entre "los nuestros" y "los otros". Se alimenta de discursos de superioridad, de miedo hacia el extranjero y de la idea de que la pureza cultural o racial es la única manera de proteger a la nación. Históricamente, este tipo de pensamiento fue la raíz de regímenes totalitarios como el fascismo en Italia o el nazismo en Alemania, cuyos efectos devastadores siguen siendo una advertencia para el presente.

En la actualidad, este nacionalismo excluyente se refleja en diversos discursos políticos en Estados Unidos. Un caso claro es el del Presidente Donald Trump, quien a lo largo de su carrera ha promovido la consigna "America First". Aunque en apariencia apelaba al orgullo nacional, en la práctica ha serido para justificar políticas restrictivas y narrativas de miedo. En diciembre de 2023 declaró que los inmigrantes indocumentados estaban "poisoning the blood of our country" (CBS News), una metáfora biológica que transmite la idea de que los extranjeros contaminan la pureza del país.

Otros líderes públicos han reforzado este tipo de visiones. Charlie Kirk, ex director de Turning Point USA, afirmó: "All men are created equal in the eyes of God, but not all cultures are created equal... Western civilization is the best that humanity has produced". Aunque presentada como defensa de valores occidentales, la frase establece jerarquías culturales que legitiman la exclusión de quienes no se ajustan a ese ideal.

Estas posturas no se han quedado en palabras, sino que se han materializado en medidas concretas: restricciones más severas a la admisión de refugiados, programas de expulsión inmediata en la frontera y órdenes ejecutivas que limitaron el acceso a visas y beneficios humanitarios. En conjunto, estas acciones dibujan una nación entendida como un espacio cerrado y en permanente riesgo de "invasión", en lugar de un proyecto plural y dinámico.

El problema central es que este nacionalismo negativo no solo polariza el debate público, sino que también fragmenta la cohesión social. Al trazar divisiones tajantes entre "ciudadanos legítimos" y "otros" —ya sean inmigrantes, minorías religiosas u opositores políticos— se debilitan los valores democráticos de inclusión, igualdad y respeto que históricamente han sustentado a Estados Unidos.

El nacionalismo positivo: identidad, orgullo e inclusión

Frente a ese modelo excluyente, el nacionalismo positivo representa otra vía: la de reconocer la identidad colectiva sin negar la diversidad. Es un nacionalismo que fortalece el orgullo nacional al entender que las distintas culturas, lenguas y tradiciones no debilitan, sino que enriquecen a la nación. Se trata de una visión abierta, que concibe al país como un proyecto en constante transformación.

Un ejemplo actual y poderoso de este enfoque inclusivo lo encontramos en la música y el discurso público de Bad Bunny. Desde su plataforma artística, ha promovido un nacionalismo cultural puertorriqueño que no se encierra en fronteras estrechas. En uno de sus conciertos, transmitido por Amazon, exclamó: "¿Dónde están los dominicanos, que también son boricuas?». Con esta frase reivindicó una identidad caribeña compartida, donde el orgullo por Puerto Rico se extiende hacia la hermandad con los pueblos vecinos.

Lejos de ser una anécdota trivial, este gesto rompe con el nacionalismo que excluye y define pertenencias rígidas. Envía un mensaje claro: el orgullo nacional no implica rechazo hacia otros, sino la afirmación de que la cultura se fortalece a través del intercambio, la diversidad y la solidaridad.

El impacto de este tipo de nacionalismo positivo se refleja también en la manera en que inspira más allá de quienes comparten directamente esa identidad. Tras el cierre de la histórica residencia de Bad Bunny en Puerto Rico, la cuenta oficial de Oprah Daily compartió la reacción de Gayle King, quien preguntó entusiasmada: "How can I become Puerto Rican?!" Esa exclamación sintetiza cómo un nacionalismo inclusivo no solo moviliza orgullo interno, sino que despierta admiración y deseo de pertenencia en quienes observan desde afuera.

Estados Unidos y el desafío del presente

La historia de Estados Unidos confirma que su grandeza ha estado vinculada a la diversidad. Cada ola migratoria ha traído consigo dinamismo económico, avances políticos y riqueza cultural. Negar esa realidad sería desconocer el fundamento mismo de la identidad nacional. El país no sería lo que es hoy sin la suma constante de orígenes, lenguas y tradiciones.

Los discursos de miedo y polarización seguirán intentando ganar terreno, pero ejemplos culturales como el de Bad Bunny demuestran que existe otro camino. Un nacionalismo que celebra la diversidad y la convierte en orgullo colectivo no levanta muros, sino que abre puertas; no divide, sino que inspira.

En última instancia, la verdadera fortaleza de una nación no está en excluir a quienes son diferentes, sino en su capacidad de integrar y crecer con todos sus integrantes. Ese es el reto de nuestro tiempo: elegir un nacionalismo que una en lugar de fracturar, y que convierta la pluralidad en la base de un futuro compartido.

Las columnas deben enviarse a mad@corp.microjuris.com y deben ser de 600-800 palabras. 

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