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Por Margarita Mercado Echegaray
Exoficial jurídico del juez Juan R. Torruella
Exprocuradora general de Puerto Rico
Profesora en la Escuela de Derecho de la UPR
Las escasas horas que han transcurrido después de conocer el fallecimiento del querido Juan R. Torruella, honorable juez del Tribunal Federal de Apelaciones para el Primer Circuito, no son suficientes para capturar y resumir su legado como juez, jurista, educador, escritor, defensor de la igualdad de derechos de los y las puertorriqueñas, atleta olímpico y centroamericano, árbitro del deporte internacional, mentor, padre, esposo y hombre de familia.
El juez Torruella dejó en mí la indeleble convicción de que era un verdadero hombre renacentista.
Era una persona ávida del conocimiento y del saber.
Se destacó en diversas facetas de la profesión legal y judicial, sin abandonar su intereses por los deportes, la naturaleza, la escritura, la formación de abogadas y abogados, y el cultivo de un gran amor por su familia.
El juez Torruella participó en miles de opiniones judiciales como juez del Primer Circuito, incluyendo importantes opiniones minoritarias sobre los derechos políticos y civiles de los y las puertorriqueñas.
Sus opiniones, publicadas a lo largo de unos 36 años de carrera judicial ante en el Primer Circuito, sientan importantes precedentes en y fuera de Puerto Rico y proveen terreno fértil para el futuro estudio académico y legal. También cuenta en su acervo con publicaciones de corte jurídico, incluyendo libros, artículos de revista jurídica y una novela.
El juez Torruella participaba activamente en foros y conversatorios sobre temas jurídicos en los que expresaba cándidamente su parecer sobre la relación constitucional y política entre Puerto Rico y los Estados Unidos, incluyendo expresiones relacionadas a la Junta de Control y Supervisión Fiscal establecida mediante la ley federal popularmente conocida como PROMESA.
Sus comentarios muy bien pudieron generar tanto críticas como elogios, pero su importancia duradera yace en su cuidadoso análisis y demuestran su compromiso con los derechos de todos y todas las puertorriqueñas.
El gremio de abogados y abogadas practicantes ante el Tribunal Federal de Distrito para el Distrito de Puerto Rico tiene una gran deuda con el juez Torruella, quien siempre tuvo presente la importancia de darnos la oportunidad a abogadas y abogados jóvenes educados en Puerto Rico, de laborar junto a él para conocer de cerca el funcionamiento de un importante tribunal apelativo federal.
Su mayor legado en las personas que fuimos sus oficiales jurídicos es que él, junto con su esposa Judy, nos incorporaron a su familia y nos apoyaron luego que culminamos nuestras labores como oficiales jurídicos.
Los y las abogadas postulantes ante el Primer Circuito extrañaremos al juez Torruella en su manejo y consideración de casos. Sobre todo, su presencia en sala durante argumentaciones orales.
Será difícil tarea sustituirlo, no solo como juez, sino como voz boricua en un Tribunal Federal de Circuito de Apelaciones, que tiene a su cargo la toma de importantes decisiones que tienen repercusiones y efectos en nuestra jurisdicción.
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