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Por Perla del Mar Rodríguez Fernández
La plataforma Disney+ estrenó hace tres semanas She-Hulk: Attorney at Law, que además de exponer los retos que enfrenta Jennifer Walters al convertirse en «Hulka», presenta de forma crítica y —en ocasiones— cínica el machismo que día a día pueden enfrentar muchas abogadas durante su carrera profesional.
Como siempre, debemos advertir que durante esta leve reseña podríamos entrar en adelantos o spoilers sobre la serie.
Aclarado el asunto sobre los spoilers, la serie protagonizada por Tatiana Maslany comienza con Walters preparándose para la argumentación final en un caso en el cual es la fiscal. Rápidamente, Walters hace una pausa para romper la cuarta pared y hablar directamente con quienes le vemos desde la pantalla y contarnos que sabe que no nos vamos a concentrar hasta que sepamos por qué y cómo se convirtió en «She-Hulk». Entonces, comienza el relato. Básicamente, Walters conducía junto a su primo Bruce Banner, el Hulk original, cuando tienen un accidente y ella se contamina con la sangre de Banner.
Contrario a Banner, Walters no pierde su racionabilidad al enfrentarse a los momentos de coraje y estrés que la transforman en «She-Hulk». Lo que a Banner le tomó años comprender, a su prima le tomará unos días porque, como abogada, tiene que manejarse entre el estrés y el coraje a diario. Walters mantiene una ansiedad tremenda por volver la fiscalía. Desde su perspectiva, no puede abandonar la fiscalía y su carrera para unirse a los Avengers. Walters no pasó tres años estudiando derecho para abandonar su trabajo por un accidente.
Entonces, brincamos nuevamente a la primera escena donde Walters se prepara para su argumentación en corte, pero una villana interrumpe el juicio y Walters tiene que convertirse en «She-Hulk» para salvar a las personas presentes. La transformación quedó en cámara. Oficialmente, la bautizan como «She-Hulk», pero la despiden de la Oficina del Fiscal de Distrito, porque entendían que solo intentaba «llamar la atención» con su transformación para salvar la escena.
Nadie le quiere dar trabajo y Walters se ve obligada a aceptar la oferta de Goodman, Lieber, Kurtzberg & Holliway. La firma le ofrece la dirección de la División de Derecho Sobrehumano. Le condicionan la oferta a que se presente en la oficina todos los días como «She-Hulk».
Su primer caso no es sobre contratos o daños. Nada más y nada menos, se trata de quitarse el sombrero de fiscal y ponerse el de defensora para representar a Emil Blonsky (interpretado por Tim Roth), el supervillano que se convierte en «Abominación» y antes intentó asesinar a Hulk. La abogada intenta persuadir a la firma para no representar a Blonsky en el proceso de adquirir una libertad bajo palabra. Ella no puede representar a Blonsky. Representaría un conflicto de interés que podría perjudicar a Blonsky, pues él está privado de libertad por atentar contra el primo de Walters. Pero con eso no hay lío, según la firma. Blonsky ya firmó un relevo, donde certifica que conoce el conflicto que representa para Walters, pero no le importa. A fin de cuentas, la firma quiere estrenar la división nueva y esta es la oportunidad perfecta. Presionada, Walters visita a Blonsky en un lugar que parece más un laboratorio que una prisión. Accede a representarlo, pero antes tiene que hablar con Bruce, quien no parece tener mayor lío con el asunto.
Antes de que comience el proceso contra Blonsky, los medios televisivos y de comunicación en general quedan obsesionados con que «She-Hulk» represente a quien fue «Abominación». Cuestionan que «She-Hulk» intenta quitarle la masculinidad a Hulk, que las personas están hartas de ver heroínas femeninas y que se nota que es «un monstruo defendiendo otro monstruo». La respuesta de Walters es que le da igual lo que digan de ella, porque «en este país tenemos garantías procesales».
El proceso para alcanzar la libertad bajo palabra se complica cuando Blonsky, quien había decidido no transformarse más en «Abominación», es alegadamente obligado a salir de la prisión por Benedict Wong y competir en el Golden Daggers Club.
Sin embargo, durante la vista de lo que parece una Junta de Libertad Bajo Palabra, la recién estrenada defensora Walters demuestra que Blonsky ya no es peligroso, que desarrolló un programa de alfabetización en la prisión y que ha sido clave en el desarrollo de sus compañeros. Wong testificará casi al final que obligó a Blonsky a salir de prisión. Sin embargo, aclara que fue el propio Blonsky quien decidió volver a prisión para enfrentar el proceso de libertad bajo palabra.
En este tercero de los seis episodios que tiene la serie producida por Marvel Studios, Blonsky obtiene su libertad bajo palabra, condicionado a que no se transforme «Abominación» bajo ninguna circunstancia.
En Puerto Rico tenemos una Junta de Libertad Bajo Palabra facultada para decretar la libertad bajo palabra de cualquier persona recluida bajo la custodia de las instituciones correccionales de Puerto Rico. La junta adoptó un reglamento para establecer las normas procesales y salvaguardar los derechos de las personas privadas de libertad.
La junta, según la reglamentación vigente, adquiere jurisdicción cuando una persona que solicita la libertad bajo palabra ha cumplido el término mínimo de reclusión conforme a la sentencia por la cual se encuentra recluida. En sentencias consecutivas o concurrentes de reclusión, deberá haber cumplido un periodo igual al término mínimo de reclusión más largo. El término mínimo de reclusión se determinará según la certificación que emita el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) en la hoja de liquidación de sentencia.
De acuerdo con la reglamentación vigente, «cuando la sentencia sea de reclusión perpetua, el peticionario deberá haber cumplido doce (12) años naturales».
Alejándonos un poco del derecho local, no se olvide de ponerse al día con "She-Hulk", esperar el próximo episodio el jueves que viene y seguirnos en Microjuris al Día.