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El Tribunal Supremo de los Estados Unidos declinó escuchar la apelación de Lee Carroll Brooker, un veterano de guerra discapacitado de 75 años, quien actualmente cumple una condena de cadena perpetua en Alabama –sin libertad condicional— por cultivar tres docenas de plantas de marihuana detrás de la casa de su hijo.
La condena recayó a pesar de que el veterano explicó que las plantas eran estrictamente para uso suyo medicinal, ya que sufre de varias enfermedades crónicas, lo que los fiscales no pusieron en controversia.
Sucede que en Alabama, como en otros tres estados, corresponde una sentencia de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicionada por la posesión simple de pequeñas cantidades de marihuana por parte de personas que tengan convicciones previas. El acusado ya había sido encontrado culpable por una serie de robos, veinte años antes en Florida, delitos por los cuales cumplió 10 años en prisión. En ese tipo de casos, la ley no requiere que los fiscales prueben que la persona tenía la intención de vender la droga.
En contraste con la decisión del Supremo federal, el juez que impuso la sentencia manifestó que le hubiera dado una sentencia menor si hubiera podido. Además, el Secretario del Departamento de Justicia del estado opinó que la sentencia fue excesiva e injustificada.
El Tribunal Supremo demostró estar más que dispuesto, en los últimos años, en prohibir las sentencias más duras, en el marco de la Octava Enmienda de las «normas morales en evolución», que considera como la visión de los estadounidenses sobre el crimen y el castigo han cambiado con el tiempo. En el caso de la marihuana, sobre la cual la posesión ni siquiera es un delito en muchas partes del país, la actitud de la nación han cambiado drásticamente: la mayoría de estadounidenses apoyan la legalización de la marihuana. No obstante, este tipo de sentencias ha prevalecido en varios estados.
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